Descubren una salamandra con manchas doradas exclusiva del Parque Nacional Chirripó

Jeremy Klank explica que el epíteto chirripoensis identifica a la especie dentro del género Bolitoglossa. Está formado por la palabra cabécar “Chirripó” (lugar de las aguas eternas) y el sufijo “-ensis”, que indica pertenencia. Por tanto, el nombre de la salamandra significa “la Bolitoglossa del Chirripó”. Foto: cortesía de Jeremy Klank.
El 19 de agosto del 2025 se cumplieron 50 años de la creación del Parque Nacional Chirripó (PNCH). Este atractivo lugar posee diversas maravillas, entre ellas, el Cerro Chirripó (el punto más alto de Costa Rica), lagos de origen glaciar, imponentes vistas y una recién descubierta salamandra, cuyo nombre científico es Bolitoglossa chirripoensis.
Tras ser encontrada en noviembre del 2019, a unos cinco metros de la puerta de entrada al refugio de la base crestones, y luego de aproximadamente cinco años de su hallazgo, se logró concretar la investigación sobre su descubrimiento. Este proceso incluyó diversas fases, entre ellas, el análisis morfológico y el análisis genético, que permitieron obtener información más precisa sobre sus características y relevancia.
Jeremy Klank, biólogo y estudiante de la maestría en Biología de la Universidad de Costa Rica (UCR), explica que esta salamandra presenta medidas corporales diferentes a otras especies del país, ya que es de tamaño mediano y robusta. Tiene un fondo oscuro y un dorso con manchas doradas. Además, posee manchas blancas en su cuerpo y cola, lo cual la distingue de otras especies que se pueden encontrar en los páramos de Talamanca. También genéticamente está muy bien diferenciada de otras salamandras relacionadas.
El grupo de investigadores está conformado por Jeremy Klank; Gerardo Chaves, investigador del Museo de Zoología de la UCR; Kimberly Castro, egresada de la Escuela de Biología de la UCR; y Erick Arias, investigador de la Escuela de Biología y del Museo de Zoología de la UCR.

El investigador Gerardo Chaves resalta que el páramo destaca por su alto endemismo. El descubrimiento de la Bolitoglossa chirripoensis es una evidencia de ello. Esta especie es única en el mundo y exclusiva del páramo del Parque Nacional Chirripó, según los datos que se poseen hasta el momento. Foto: cortesía de Jeremy Klank.
Especie vulnerable
Arias, Klank y Chaves sostienen que esta salamandra debería ser tentativamente considerada una especie vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Una de las razones es su hábitat: el páramo del Parque Nacional Chirripó.
El investigador Arias explica que en Costa Rica los páramos se encuentran solo en la cordillera de Talamanca, en las cumbres de las montañas más altas (no en todas), a 2 900 o 3 000 metros sobre el nivel del mar, aproximadamente. Son una zona de vida caracterizada por las bajas temperaturas, las altas precipitaciones y una época seca bien marcada. En el páramo no hay árboles de dosel que brinden sombra, pero hay arbustos y muchas hierbas que le dan forma de sabana.
El páramo es un ecosistema sumamente vulnerable porque son áreas muy pequeñas propensas a incendios forestales. Hasta el momento, se conoce que Bolitoglossa chirripoensis es exclusiva del páramo del PNCH. Por ello, Arias indica que la misma vulnerabilidad del lugar podría afectar a esta salamandra; por ejemplo, un incendio en esa zona podría erradicar a toda la población.
El biólogo Arias también advierte que las especies que habitan en picos de montaña están, por definición, en peligro crítico de extinción. Con el avance del cambio climático, las condiciones a las que están adaptadas se modifican rápidamente y no tienen adónde desplazarse porque ya viven en el “techo” del país. Por tanto, las condiciones del hábitat ya son parte de la vulnerabilidad de Bolitoglossa chirripoensis y de otras especies del páramo.
Asimismo, Chaves destaca que el área de distribución de esta salamandra también la hace vulnerable, porque vive en unas pocas hectáreas de un pico de montaña y tiene poca tendencia a desplazarse; además, su hábitat (el páramo) también es escaso, no se encuentra en todos los países.
El investigador explica que estos anfibios enfrentan varias restricciones biológicas. A partir de lo que conocen sobre la salamandra del Cerro de la Muerte, los expertos infieren datos sobre ella. Por tanto, consideran que el crecimiento de este animal del Chirripó es muy lento en las condiciones de temperatura y humedad de los páramos: pueden tardar entre una y dos décadas para alcanzar la adultez. Además, no se reproducen con frecuencia ni en grandes cantidades, lo que limita sus posibilidades de recuperación poblacional.
Erradicar las malas prácticas para proteger la especie
Arias expone que conversaron con encargados del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) sobre la posibilidad de implementar acciones relacionadas con la gestión de turistas, ya que al año el PNCH recibe una gran cantidad de visitantes, lo cual podría afectar a la especie. Según los investigadores, es muy común que en el área el personal o turistas manipulen las piedras para hacer senderos.
Un ejemplo del impacto que pueden tener los seres humanos en el hábitat de las salamandras es la compactación de los senderos. Al caminar tantas personas, el suelo se aplasta y se vuelve muy duro, esto afecta a especies que habitan bajo las rocas, como las salamandras. Además, se modifica la vegetación debido a esa misma compactación.
La compactación tiene una influencia en los sitios de escape de estas especies porque, aunque viven debajo de las piedras, poseen agujeros en el suelo donde se van a enterrar.
Chaves, a su vez, brinda como ejemplo el caso del Cerro de la Muerte. Indica que hay turistas que van específicamente a buscar salamandras, mueven piedras para encontrarlas y les toman fotos. Esto puede estar relacionado con que, a lo largo de varias décadas, han observado que hay que adentrarse más en los territorios para encontrar a estos anfibios en general.
Por ello, Chaves hace hincapié en que cuando se promocione a la especie como un animal que se puede encontrar en el PNCH, se debe educar a las personas para que no las busquen, porque cuando la búsqueda es dirigida se alteran los microhábitats y eso podría dificultar futuros estudios científicos.
El investigador Arias sostiene que se debe cambiar la política y promover que haya el menor impacto en la zona. Él indica que no es necesaria una intervención en el lugar, sino una erradicación de las malas prácticas.

“Para mí, contribuir con estudios como este es aportar un grano de arena al verdadero tesoro que tenemos en Costa Rica, que es nuestra biodiversidad, y que esto sea algo que todos los costarricenses y visitantes que tenemos en el país podamos apreciar, entender y conservar”, señala Jeremy Klank, uno de los investigadores. Foto: Kimberly Castro, cortesía de Jeremy Klank.
Un trabajo de la UCR
Arias destaca el aporte de la UCR en el proyecto. El descubrimiento y la investigación fueron desarrollados por Klank y Castro siendo estudiantes de la Escuela de Biología. Fue esa instancia la que los formó para realizar las expediciones al PNCH. Mientras que Chaves se había pasado a trabajar al Museo de Zoología, como parte del nuevo Centro de Investigación en Biodiversidad y Ecología Tropical (Cibet), relacionado con la Escuela de Biología.
Asimismo, Arias resalta que la colección de herpetología de dicho museo posee una gran cantidad de datos que les sirvieron como base de trabajo, lo cual contribuyó en la confirmación de Bolitoglossa chirripoensis como una especie nueva. El biólogo indica que la información del Museo les permite investigar con una mejor solidez en comparación con otras instituciones del país.

El análisis genético fue realizado por el Dr. Erick Arias en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Esta institución le permite utilizar el secuenciador, un equipo con el que se leen las secuencias de ADN que están dentro de las células del animal. Foto: cortesía de Jeremy Klank.
Por su parte, Chaves destaca que la UCR les brinda una oficina para trabajar, transporte y permiso para asistir a las giras, aspectos que suman en el logro de resultados.
El investigador también narra que, a pesar de no contar con un financiamiento grande para este tipo de proyectos, el personal de la UCR tiene interés y voluntad para hacer trabajo de campo e investigar. “Es como el espíritu UCR, nosotros somos otro ejemplo más de ese espíritu que hay en la Institución para lograr nuestros objetivos”, afirma el biólogo.